Sinar Suárez Sánchez
El pasado 6 de
octubre inició, formalmente, el proceso electoral 2012, en medio
desacreditaciones, escándalos, señalamientos de corrupción entre la clase
política y sus partidos, con la sensación, de no pocos ciudadanos, de que la
situación no marcha bien en México. Lo más destacado en los medios, respecto al
inicio del proceso, fue la falta de dos integrantes del Consejo General de IFE
para el arranque de los trabajos. Esta circunstancia generó señalamientos y
acusaciones mutuas entre los representantes de los partidos, en especial los
del PRI y PRD, quienes se responsabilizaron mutuamente de que sus intereses impidieran
alcanzar los consensos necesarios para el nombramiento de los consejeros
faltantes.
El proceso electoral
del 2012, genera muchísimas expectativas, nerviosismo, temores y esperanzas;
que dependen de la perspectiva desde la que se vea dicho proceso, y del partido,
o el candidato, del cual se tenga simpatía. Ya iniciado el proceso se presentan
muchas especulaciones, entre ellas: que el PRI regresa al poder; que el PAN
enfocará su nueva campaña negra en contra del abanderado priista; que desde la
dirigencia del tricolor llaman a no perder de vista a Andrés Manuel López Obrador, por considerarlo uno de los
contendientes a vencer. Ante esto surgen los “desesperados” manotazos de Gustavo Madero Muñoz, presidente
nacional del PAN considerando –a su candidato- como el fuerte en esta
contienda.
El pronóstico de
quienes saben de política –entre ellos la maestra Elba Esther Gordillo– sostiene que, finalmente, los candidatos
serán Andrés Manuel López Obrador, Josefina Vásquez Mota y Enrique Peña Nieto; al menos quienes tendrían
verdaderas posibilidades de llegar a los pinos o a palacio nacional, según sea
el caso.
¿Qué las elecciones
presidenciales es un evento muy esperado? ¡Por supuesto! Es uno de los
acontecimientos más importantes de la vida nacional y de los mexicanos. Durante
este proceso, los ciudadanos de todos estratos sociales se permiten hacer y
hablar de política: para convencer al de junto que su gallo –como se dice
coloquialmente– es el mejor; para aventurar un punto de vista respecto de la
situación económica, la inseguridad, la cifra de muertos y culpar al gobierno
saliente; algunas veces para concluir que con las elecciones, y a pesar de las ellas,
nada cambiará, como ha ocurrido desde hace muchos años. En este tenor, es
pertinente mencionar que la cuenta regresiva continua para el gobierno
calderonista; este hecho renueva los ánimos a muchos, y en los meses venideros
dará mucho de que hablar. Será parte del componente en las confrontaciones de
la arena electoral.
Sin duda, es un
proceso electoral y político de contrastes. Más allá de las posiciones
pesimistas, están quienes creen que ésta es la oportunidad de recuperar,
retener o conquistar el poder; quienes
todavía creen en el proceso electoral aceitan la maquinaria, afinan sus
instrumentos y actualizan los manuales de procedimientos. En este punto, los encuentros
y desencuentros son frecuentes; son tiempos de oír las voces de los dirigentes de
los partidos políticos -visibles o invisibles, nombrables e innombrables,
presentes y ausentes-, de desempolvar una que otra enseñanza de sus fundadores
y jerarcas. Todo cabe en la política electoral mexicana y la dirigencia del
Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación (“SNTE”) tiene un lugar sobresaliente en este proceso.
Cuando el suceso político-electoral
más significativo de los mexicanos prepara el escenario y realiza los ensayos
necesarios en espera del gran día, uno de sus principales actores está reprobado.
Sí, los partidos políticos; su credibilidad no se encuentra a la altura del
significado de este proceso y la esperanza de muchos, depositada en el 2012. Esta
realidad, no exclusiva de nuestro país, se
refleja en las marchas y protestas que ocurren diariamente de las principales
ciudades a lo largo y ancho de la república, que expresan un descontento social
y un hartazgo ante el estado de cosas actual. En el mundo, la existencia y
exigencia de miles de indignados -quienes se manifiestan en las principales
calles y plazas públicas de muchos países, en plena insurgencia participativa,
sin importar el origen u orientación de los partidos gobernantes- refleja el
desencanto con democracia representativa.
La falta de
credibilidad, y confianza, de la ciudadanía en los partidos políticos en México
ha traído como consecuencia, en los últimos años, un alto grado de abstencionismo,
así como el llamado “voto en blanco”, lo cual da como resultado gobernantes
débiles y cuestionados. Esto, sumado a las malas practicas en la administración
pública y a los métodos para acallar las protestas, deslegitiman a las instituciones
de la república, lo que paulatinamente va creando caos y anarquía.
El desprestigio de
los partidos políticos se deriva principalmente de:
·
Las prácticas clientelares
·
Prácticas patrimonialistas
·
Ausencia de democracia
interna
·
Confrontaciones e incapacidad de resolución de los conflictos internos
·
Pérdida de identidad a
través del establecimiento de alianzas contra natura, cuestionadas por propios
y extraños.
·
Distanciamiento ante los
problemas de los diversos sectores de la población.
·
Indolencia ante la realidad
social, económica y política del país.
·
Incapacidad para convertirse
en efectivos agentes del cambio social.
·
La perdida del sentido
transformador de su practica política.
El uso indebido de recursos
público –vía prerrogativas- como
entidades de interés publico.
Malas práctica de gobierno o
de representación
En esta coyuntura
electoral, no está por demás reflexionar sobre el reto que tienen los partidos
políticos ante dos eventos trascendentales; el primero tiene que ver con el
proceso electoral multicitado; el segundo con la ola de protestas ciudadanas,
que en diversos países están cuestionando la democracia representativa, incapaz
de otorgar a los ciudadanos las satisfacciones a que aspiran.
Por ahora los
partidos políticos son todavía actores insustituibles y necesarios, aunque no
necesariamente eficaces y eficientes. Las preguntas son las siguientes: ¿son
verdaderamente insustituibles los partidos políticos?, ¿adónde llegarán las
protestas de los indignados?, ¿en las próximas elecciones ya estaremos
analizando y hablando de candidatos ciudadanos? Ante la crisis de los partidos
políticos, los ciudadanos saltan a escena buscando incidir en la esfera
pública, demandando transformaciones y espacios de participación; esto
constituye, sin duda alguna, una evolución social y “nuevos aires” para la
primera década del este mileno.
Articulo publicado en la Revista Cosmopolitik
No hay comentarios:
Publicar un comentario